viernes, enero 15

Viaje a "la casa" Gucci






Cuaderno de viaje. Florencia en invierno. La Feria Pitti Uomo inunda la ciudad. Compradores de todo el mundo mercadean con las tendencias de las nuevas temporadas. Todas las razas unidas por la elegancia y el dinero. A apenas 20 minutos en taxi, me espera el cuartel general de Gucci.


Un día intenso. He tenido la oportunidad de empaparme del trabajo y el espíritu de empresa de una de los grandes icónos de la moda italiana, el verdadero representante del Made in Italy. He comido con la gente de Gucci en la cantina de la empresa, bandeja de plástico, pasta y mandarinas, he palpado las pieles de cocodrilo, he medido la longitud del pellejo de una pitón Tailandesa, la suavidad del vientre de una avestruz, la delicadeza de un lagarto. He charlado con un hombre que lleva cosiendo el famoso mocasín loafer de Gucci los últimos 40 años. Al despedirme le he dicho a Máximo Rigucci, director mundial del negocio del calzado que tiene que estar orgulloso de su gente. Que acaba de ganar un cliente, después del amor y la dedicación con la que los artesanos de Gucci cosen los zapatos a medida (4 meses de media por encargo), el cerdito de mi hucha que se vaya preparando para su Sanmartin. Venerado Guccio Gucci, acaba usted de ganar un nuevo cliente. Y esperaremos a la película de Ridley Scott, en la que, por cierto, la vieja dama italiana, se ha quedado al margen.

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