jueves, mayo 7

Sayonara George


George Green se marcha. Y es raro porque a sus 70 años le va la marcha más que a nadie en este negocio del publishing. Pero todo tiene una época. A George le gusta decir, con sorna británica, aunque sea rotundamente gringo, que su tarjeta de millas aéreas es la más llena del mundo. Y me apuesto una página de publicidad a que es cierto. La broma le funciona en cualquier cultura, la entiende desde un uzbeco a un sevillano y le sirve para romper en hielo.

A Londres hemos venido al Fipp, esa era la excusa, pero a lo que realmente hemos venido ha sido a darle un abrazo de amigo a George Green, el hombre con mejor olfato del mundo publicar revistas.. Vamos que el negocio del publishing global lo inventó él. Ya en plena perestroika, Green andaba pateándose Moscú, con un Cosmopolitan que hoy es la revista extranjera de más circulación en la Unión Soviética, negociando con rusos que cuando iban a comer tenían que dejar las pistolas en el guardarropa. No exagero.

Casi 60 ediciones de Cosmopolitan en el mundo avalan su trabajo. Aunque quizás su mejor mérito no sea generar miles de millones de dólares y crear un negocio copiado por todos. Su aportación rotunda no es otra que su gigantesca red de socios, sus partners como le gusta decir, no se si son los más ricos, o los más agresivos, o ni siquiera los que más dinero podrían pagarle por sus revistas. Los socios de George Green en el mundo son los más fieles y eso le gusta mucho a los herederos de William Randolf Hearst, porque la lealtad no tiene precio. Y eso es gracias a George que durante veinte años en Hearst, eligio novia una y mil veces y siempre acertó. Y ahora todas le quieren.

Pero eso fue cuando se inventó Hearst Internacional Magazines (HMI), que hoy es una familia a la que pertenezco con orgullo. Antes fue publisher de New Yorker, la revista hoy de Conde Nast, que es para muchos, por ejemplo, para Dylan Jones- editor del GQ ingles y del más vendido del mundo- la mejor revista del globo. Supongo que a nadie se le olvida que revista publico las fotos de las torturas de Abu Ghraib.

El homenaje a Green en Londres fue sentido, pequeño, apenas un centenar de personas. Todos, TODOS, los grandes del negocio, sus competidores y posibles enemigos dejaron el armamento en casa y acudieron como un solo hombre para que sus dos hijos y su mujer Wilma, reconocida broker de medios de comunicación en Manhattan, sintieran recompensadas las ausencias, los miles de días que George pasó fuera de casa trabajando de ciudad en ciudad.

Con nosotros, apostando por Spainmedia Magazines, estuvo la noche que presentamos en casa del Embajador de Estados Unidos nuestro Esquire. Pero antes estuvo mucho antes cuando vio en nuestros ojos la ilusión por ser editores. Gracias George. Si necesitas algo silba, y allí estaremos.


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