sábado, mayo 29

Una noche con Norman y Elena Foster

Luna llena en Londres. El barrio de Mayfair refulge. Al otro lado de la ciudad las chicas de Sexo en NY pasean sus Louboutin frente a las cámaras. Ayer fueron portada del Times. La crítica aplasta la película con fiereza. Anteanoche, en el viejo Curzon, el cine más cool de la ciudad, una decena de invitados asistimos al pase privado del documental que Elena Foster ha producido para contar la vida de su marido. Minutos antes de que se apaguen las luces Elena explica el proyecto. “Norman me dijo que no. Que entre sus prioridades está era la última en llegar. Pero un día aceptó”. Se apagan las luces. La película, que ha ganado en Berlín su primer premio, es fantástica. Foster visita, después de 30 años, la casa donde nació en Manchester. Habla de su infarto y del cancer que ha superado, del maratón de ski de fondo que cada año hace en St. Moritz, de sus edificios, pilota el helicóptero, vuela sin motor y se emociona enseñándole a uno de sus hijos el funcionamiento de un pequeño barco de vapor.
Se encienden las luces. Aplausos. Doblamos un par de esquinas y nos vamos a cenar al George, uno de los clubes privados más selectos de Londres. Elena ha distribuido personalmente a los invitados. Bianca Jagger deslumbra, Jeremy Langmead –mi compañero, editor de Esquire UK-, Fernando Gutiérrez, diseñador de la biografía de Norman, (gracias amigo por el logo de Spainmedia) y su mujer, el dueño de Phaidon que va a ser papá, el escritor Alain de Botton… Cada mesa rinde un homenaje a uno de los edificios de Norman. Comparto la mesa con Elena Foster, la romana Alaia Forte- esposa del hotelero Rocco Forte, Norman Rosenthal (25 años director de la Royal Academy, padrino del boom del arte británico (Damian Hirst), consejero de la colección Saatchi y esposo de Manuela de Mena-) y el divertidísimo Vicente Todolí apunto de dejar la Tate Modern y dedicarse a vivir la vida durante un año en su pueblo natal Oliva. “Me encantan las motos. Me están restaurando una Impala.Tengo carnet de moto, pero no de coche. ¿para qué?” explica. “¿Y ahora…?” pregunto temeroso de lanzar la pregunta que nunca responderá. “Nada. Ser libre. O sea no pensar. No pensar es ser libre”. Vicente se compromete a organizar una comida para diez en su casa de la montaña, pero sólo con aceite y verduras. “Soy mediterráneo. Ese mar soy yo”. Elena se monda con las ocurrencias de Vicente. Sir Norman, mientras presume de amigos de mesa en mesa, camisa blanca de topos rosas y corbata a juego.  

1 comentario:

  1. No entiendo cómo las posibilidades de respuesta a algunas entradas se quedan mudas, vacías, sin ninguna línea que aproveche el espacio libre para dejar constancia de la lectura.

    ¿Es timidez?¿Es desinterés?¿Es simplemente miedo al folio virtual en blanco?

    Estas pequeñas historias de viajes, de lugares donde se cruzan personas - que no personajes, siempre mejor hablar de personas -, de encuentros y desencuentros complementan esa revista mensual. Los contenidos se forman, se editan, se maquetan y se publican. Aquí el contacto deviene directo, espontáneo, inmediato y posibilita el intercambio. ¿Acaso no es ese el sentido de la comunicación?

    El tiempo dice que la gente anda contemplativa y poco receptiva. La participación se muestra parca. Y es una lástima.

    He estado en el Curzon. He asistido a ese pase especial. He departido como mirón inesperado conversaciones con esas personas que compartían mantel y charlas.

    Y he sentido a Elena más cercana...alguien que se compromete con el arte...

    Con sólo leer.

    Seguiré paseando...

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