La primera vez que pise la Monumental de Barcelona fue el 3 de julio de 1992 para ver a Bruce Springsteen. Acababa de morir Camarón de la Isla y yo andaba enfrascado en montar su biografía, un encargo previo que Diego Manrique me dirigió. Han pasado 17 años. El pasado Domingo volví a la Plaza pero no pise el albero. La arena estaba reservada para José Tomás, frente a seis toros y un público entregado en demasía. En la puerta las protestas de los antitaurinos (espero cada año la columna de Manuel Vicent en El País) con toda la parafernalia gore de la sangre (pintura), el terror y los insultos.
En el interior, tomasistas del mundo reunidos en un jamboree para asistir, según los medios a la defensa de la fiesta en Barcelona. En barrera, Sabina y su mujer, Paco Camino que devolvió la medalla y monto la trifulca. Y en la arena Tomás, con revolcones, con lentitud y, aparentemente, sin miedo. No se nada de toros. Pero he visto a Curro Romero, a Joselito y a Paula. Y desde luego a Perera, con el que ya hemos trabajado en la revista. No vi al primer Tomás, pero en Barcelona disfrute una de las corridas de mi vida. El protagonista se llamaba José, como el de la Isla y me consta que lee Esquire porque en nuestro equipo hay buenas conexiones con Galapagar.
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